Entendiendo Qué Somos y Qué Seremos - Ps. Miguel Rosell

Entendiendo Qué Somos y Qué Seremos - Ps. Miguel Rosell

ENTENDIENDO QUÉ SOMOS Y QUÉ SEREMOS

Lo que ahora somos como hijos de Dios, no es lo que seremos cuando se manifieste lo que hemos de ser.

Índice del Tema

(Efesios 1: 19-23) “… cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, 21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; 22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."

ENTENDIENDO QUÉ SOMOS Y QUÉ SEREMOS

A la hora de defender la postura postmilenarista que enseña que el Reino es ahora (Kingdom Now), y que por tanto, la Iglesia reina y domina en este mundo en esta dispensación actual, estos de arriba son algunos de los textos donde se acogen sus proponentes.

Muchos creen ver en estos versículos una exaltación triunfal de la Iglesia en este tiempo, pero la Escritura pretende decirnos algo diferente a lo que estos dominionistas entienden.

Veamos detenidamente este texto, analizándolo a la luz de la Escritura:

1. El poder de Dios manifestado según Su voluntad, no la nuestra

“… cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza…”:

Por la fe, lo cual implica la voluntad de Dios por delante, el poder de Dios actúa a nuestro favor. Eso no tiene discusión alguna.

No podemos negar, sino todo lo contrario, que Dios obra con poder a nuestro favor, pero siempre conforme a Su voluntad, y no conforme a nuestro deseo o capricho.

2. El Padre resucitó al Hijo y le sentó a Su diestra

“20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales…”:

Por ese poder de Dios, Cristo resucitó de los muertos y se sentó a la diestra del Padre (S. 110: 1)

3. La autoridad del Hijo es absoluta

“21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero…”.

Ese sentarse del Hijo a la diestra de Dios implica tener toda autoridad sobre todo lo que existe, al presente y en el futuro, lo cual implica, autoridad por siempre. Esa autoridad la tiene Cristo. Eso es un hecho conforme a la economía de Dios, lo cual implica eternidad.

Respecto a nuestra realidad conforme a nuestra actual existencia, no es así. Es un proceso. Es un proceso, ya que todavía “no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (He. 2: 8), y eso tiene sentido, porque Él es el heredero de todo (He. 1: 2), y siendo el heredero, todavía no ha recibido la herencia completamente. Todavía Él está sentado a la diestra del Padre hasta que el Padre ponga a Sus enemigos por estrado de Sus pies (S. 110: 1; He. 1: 13). Todavía no todos reconocen y se sujetan al Nombre: 

“… y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2: 8-11)

Un día todos se sujetarán, pero todavía no es así de hecho.

“De todos es sabido que no todo ni todos se sujetan al Nombre de Cristo… aunque un día lo harán”

“De todos es sabido que no todo ni todos se sujetan al Nombre de Cristo… aunque un día lo harán”

El Señor Jesús estará sentado a la diestra del Padre, hasta el momento de la restauración de todas las cosas:

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hchs. 3: 19-21)

Será en el momento de la restauración, también llamado de la regeneración (Mt. 19: 28) cuando Cristo descenderá glorioso a establecer Su Reino en esta tierra. Entonces será Rey de facto. Escribe John McArthur respecto a la cuestión de los tiempos de la restauración de Hchs. 3: 19-21:

“Aquí “tiempos” es una referencia a épocas o temporadas. El apóstol presenta dos descripciones de la era venidera del Reino Milenario. Esto es evidente porque las dos referencias se corresponden al propósito para el cual Dios envía a Jesucristo. Pedro apunta en dirección al Reino de Cristo en la tierra”

Los mismos apóstoles de Cristo, antes de Su ascenso a los cielos, le preguntaron acerca del Reino: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hchs. 1: 6, 7)

Esa era la expectativa de los apóstoles con respecto a un reino literal y terrenal, lo cual había sido enseñado por el mismo Señor, y fue ya profetizado en el AT (ej. Isaías 2: 2-4).

Ellos pensaban que el reino iba a ser en el tiempo de la Iglesia, sin embargo, el Señor les vino decir que todavía no iba a ser, y que era el Padre el que diría cuándo. Mientras tanto la prioridad iba a ser el obrar como testigos Suyos (Hchs. 1: 8). Y esto sigue siendo así hasta la fecha.

Ese reino aludido será literal y terrenal, y todavía ha de venir, y vendrá cuando vuelva el Rey (Dn 2: 44, 45)

“La creación entera está a la expectativa de ser regenerada, pero todavía no es el tiempo. Será a consecuencia de la venida gloriosa del Rey de reyes”

“La creación entera está a la expectativa de ser regenerada, pero todavía no es el tiempo. Será a consecuencia de la venida gloriosa del Rey de reyes”

 

4. Cristo es Cabeza de la Iglesia

“22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”:

Aquí entramos en el clímax de la cuestión. Muchos han visto en estos versículos el apoyo a su errada teología dominionista y similar.

Veremos que el cumplimiento cabal de estos versículos tiene mucho que ver con la manifestación de Jesucristo como Rey defacto.

Pasemos a verlos detenidamente:

Otra vez, en la economía de Dios, el Padre ya ha sometido todas las cosas bajo los pies del Hijo, pero no es así conforme a lo natural, conforme a nuestra existencia actual. Eso lo podemos apreciar viendo lo que nos rodea, y la tremenda debilidad en la que todavía estamos; como dijo Pablo: “¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?” (2 Co. 11: 29)

Lo vemos claro en la misma Escritura:

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3: 2)

“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1 Co. 15: 53, 54)

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8: 18)

“Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8: 24, 25)

“Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis. ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!” (1 Co. 4: 8)

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8: 19-23)

La creación entera está aguardando la “manifestación de los hijos de Dios”, y la está esperando, porque todavía “no se ha manifestado lo que hemos de ser” (1 Juan 3: 2)

Esta creación está sujeta a la vanidad de la consecuencia del pecado, y así será hasta el momento de la manifestación de una Iglesia glorificada que vuelva gloriosa con Cristo a esta tierra.

Lo primero tendrá que ver con nosotros, los hijos de Dios: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3: 4). Cuando Cristo se manifieste (el Arrebatamiento, 1 Ts. 4: 13-17), entonces seremos transformados, “porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Co. 15: 53)

Lo segundo, tendrá que ver con esta creación, una vez Dios haya ejecutado su sentencia final (Ap. 16) contra este mundo impío y corrupto, “porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Ro. 8: 21) y eso será en Su segunda venida (Ap. 19: 11ss)

“…y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”:

A la luz de todo lo explicado hasta aquí ya podemos entender mejor que:

  • Cristo es la Cabeza de la Iglesia, la cual es Su cuerpo.
  • Cristo es la plenitud de Aquél (es decir, Dios).

Cristo es la plenitud de Dios: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2: 9)

No es la iglesia la plenitud de Dios (como es fácil de entender), es Cristo, y Cristo es nuestra plenitud: “y vosotros estáis completos en él (Cristo)” (Col. 2: 10)

Alguien dirá, “siendo así, ¿cómo puede Cristo tener un cuerpo tan débil?” Intentaré explicarlo en términos naturales. El cuerpo humano está muerto en sí mismo, lo que le da vida es el espíritu en él. De la misma manera, el cuerpo de Cristo por sí solo, nada es. Es el Espíritu de Cristo en él lo que le da vida. La gloria es para Cristo, no para la Iglesia, la cual sin Él, nada es.

Y la manifestación de esa gloria en nosotros, el cuerpo de Cristo, la Iglesia, se hará notoria cuando le veamos  tal y como Él es (1 Juan 3: 2b) ¡No antes!

Dios les bendiga.

© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Junio 2011
www.centrorey.org

FIN