Cuando los Hombres Proclaman Paz y Seguridad - David Wilkerson

Cuando los Hombres Proclaman Paz y Seguridad - David Wilkerson


“Que cuando digan: Paz y seguridad; entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer en cinta, y no escaparán. Más vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. ” (1 Tesalonicenses 5:3-4).

Hoy en día el mundo se encuentra en tal confusión que la gente se pregunta, “¿Estamos viendo el fin de la historia?, ¿Podríamos enfrentar un holocausto nuclear? ¿Acaso el mundo está fuera de control?

Inclusive en la actualidad algunos líderes mundiales hablando con temor. Algunos dicen “Estamos testificando la muerte de la diplomacia”. Negociaciones con países en conflicto han fallado, y dictadores descontentos han ignorado las advertencias de las Naciones Unidas.

Indicios señalan que no habrán más resoluciones diplomáticas. Inclusive América ha hecho fuertes declaraciones y enviado advertencias que parecen llegar a oídos sordos. Por ejemplo, Estados Unidos se ha comprometido a defender a Japón si Corea del Norte ataca esta nación. Nuestros líderes han amenazado con usar “toda la fuerza y el poder de los Estados Unidos para tomar represalias”. Esto podría significar una aniquilación nuclear de Corea del Norte.

Ahora entendemos lo que quiso decir Jesús cuando advirtió: “Entonces habrá en la tierra angustia de las gentes, confundidas, a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas” (Lucas 21:25-26).

Cuando Jesús dio esta advertencia afirmó: “Entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria; Cuando estas cosas comiencen a suceder erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:27-28).

Estoy convencido que todas estas terroríficas situaciones que hoy observamos acontecer en esta tierra - huracanes, tsunamis, terremotos, cambios drásticos de clima, terrorismo, amenazas nucleares, guerras, rumores de guerra - todo tiene que ver con la venida de Cristo. Más allá de las “nubes de guerra” que se están formando, más allá de la oscuridad que está cubriendo la tierra, existe una “nube” que se está formando en el cielo. Y un día cercano, Cristo entrará por esa “nube” y se revelará a sí mismo ante el mundo entero. “Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que esta cerca el reino de Dios”. (Lucas 21:31).

La primera iglesia le pedía al apóstol Pablo escribir más sobre los tiempos venideros. En el tiempo de Pablo, los cristianos presentían cerca la destrucción de Jerusalén. De ahí que deseaban saber más sobre eventos proféticos. Tenían miedo de la rudeza de los ejércitos invasores, quienes tomaron a multitudes cautivos en esclavitud. Ello causó en los creyentes que pensaran que los tiempos decadentes estaban por llegar. Entonces le solicitaron a Pablo información sobre lo que habría de venir: “Escríbenos acerca de cómo entender los tiempos venideros.”

Pablo respondió con estas palabras llenas de firmeza; “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba” (1 Tesalonicenses 5:1-2). Pablo les indicó que esto sucedería cuando Cristo regresara: “Porque el Señor mismo con voz de mando con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:16-18)

La exhortación de Pablo hacia ellos tenía el propósito de motivarlos. En esencia él les dijo, “No hay necesidad de que ustedes se atemoricen acerca de las cosas que vendrán a la tierra. No tienen que preocuparse por estas señales temerosas y calamidades. Ustedes saben de lo que se trata. Son las señales acerca de la venida del Señor Jesús para llevarse a su pueblo.

Podemos tener la certeza que la serie de eventos que se desencadenarán se encuentran acorde al propósito de Dios. No importa la maldad y falta de fe que exista en la humanidad, el mundo no va hacia la deriva, el Señor no ha abandonado la tierra. Por el contrario, Dios simplemente tiene el control del ritmo de los sucesos. Lo que observamos hoy en día es un cambio en la dirección de los eventos, los cuales están encaminados hacia un próximo “acontecimiento divino”: la recreación de un nuevo cielo y una nueva tierra donde Cristo reinará supremamente por toda la eternidad.

Los antiguos estoicos creían que el mundo pasaba por tiempos de recomposición. En sus mentes, al término de cada periodo el mundo era destruido por una gran conflagración. Posteriormente el mundo era restaurado a semejanza de sus inicios, y todas las cosas empezaban de nuevo. En otras palabras la historia se repetía una y otra vez. Las mismas estrellas seguían las misma órbitas, las mismas personas vivían de nuevo, con lo mismos amigos, preocupaciones, y experiencias. No todo era restaurado solamente por una vez sino por la perpetuidad. Los seres humanos estaban atados a un camino del cual no podían escapar.

Las palabras del apóstol Pedro se oponen a esta forma de pensamiento. Pedro nos dice que de acuerdo con las promesas de Dios, que los cristianos esperamos “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Aunado a ello, afirma que si nosotros creemos en la Palabra de Dios, entonces podemos saber que la historia se está encaminando hacia el día de la venida del Señor, cuando “los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán”. (2 Pedro 3:12).

“Pero el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos, para la venida del día de Dios” (2 Pedro 3:10-12).

Aquí Pedro nos dice que podemos esperar un nuevo cielo y una nueva tierra y que debemos estar expectantes a estas cosas.

Como seguidores de Cristo nuestro foco no debe estar en los reportes de las noticias diarias. No debemos de remitirnos a los ámbitos de las guerras y rumores de guerras, ni tampoco a la posibilidad de un accidente nuclear, ni a las cosas que habrán de suceder en la tierra.

Esto significa que el pueblo de Dios no debe temer del Islam ni de cualquier otro "ismo". Hoy en día los musulmanes de la Jihad proclaman haber recibido una palabra acerca de que su gran Imam quiere aparecer. Pero acorde con ellos, él les ha dicho que esto no sucederá hasta que el mundo se encuentre en total caos. Esto explica por qué muchos ayatollahs y mullahs están detrás de actos terroristas planeados y llevados a cabo para crear un gran desorden. Aunado a ello se encuentra el destruir Israel a través del acto terrorista más grande posible, pues éste conduciría al mundo al caos.

Todos estos hechos nos remiten a las palabras mencionadas por Jesús, Pablo y Pedro. Los argumentos musulmanes acerca de tomar el dominio del mundo - sus actos terribles de asesinato e intolerancia - son tan sólo un eco de lo que Dios tiene preparado. Su Palabra dice que estos hombres son granos de arena que desaparecerán: “Tan pronto como sopla en ellos, se secan, y el torbellino los lleva como hojarasca” (Isaías 40:24).

Los musulmanes de la Jihad cimientan su esperanza trayendo caos, pero con un simple soplo Dios es capaz de eliminar toda potestad. La verdad es que ellos solamente están apresurando la venida del único verdadero Mesías, del creador del mundo y de todo lo que en Él existe.

Ya sabemos que Pablo les aseguró a los tesalonicenses, “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba” (1 Tesalonicenses 5:1). Sin embargo Pablo añadió lo siguiente: “Quiero que sepan un hecho probado sobre este asunto”. Pablo les dijo, “Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:3). Aquí Pablo le está informando algo clave a la iglesia de todos los tiempos. Él está describiendo una cosa que le sucedió a cada sociedad previo a su destrucción o juicio. Este hecho probado a lo largo de la historia es que la humanidad se torna por completo a la búsqueda de seguridad y prosperidad.

Aquí encontramos la evidencia de la llegada de una futura destrucción. Pablo lo anunció con base en evidencias del pasado. Simplemente sostuvo que no hay un momento en la Escritura donde Dios no haya traído destrucción sobre una sociedad obsesionada con la seguridad y la prosperidad. En otras palabras, Pablo está diciendo “Aquí encontramos la regla probada por la historia referente a las acciones destructivas de parte de Dios. Esto sucede en tiempos cuando los hombres se tornan en búsqueda de la prosperidad y la seguridad, al mismo tiempo que se alejan del Señor”.

Debemos estar alertas de cualquier conversación sobre paz y prosperidad cuando se avizora una terrible tormenta. Es entonces - cuando la paz y la seguridad se convierten en la primer motivación, y todos saben que solamente un milagro puede salvar a la humanidad- que podemos esperar una futura destrucción.

Jesús hizo una analogía entre los días de Noé, Lot, y el día de su misma venida. Jesús dijo que en ambas instancias la gente comía, tomaba, se casaba, compraba y vendía. En otras palabras, las actividades diarias permanecen y están aunadas a una serie de cosas que no son inherentemente malvadas. No obstante, en las generaciones de Noé y Lot el obtener todas estas cosas era una obsesión en toda la sociedad. Las actividades diarias se convirtieron en el foco central y fuertes diversiones mantenían tan atadas a la gente que las advertencias del Espíritu Santo eran sonsacadas.

De acuerdo con Jesús, lo mismo sucederá en la última hora, justo antes de la destrucción final. El mundo entero estará en búsqueda de seguridad y prosperidad, una preocupación que se propagará inclusive entre muchos dentro de la iglesia. El enfoque de mucha gente estará en las cosas del mundo y harán a un lado su fe hasta ese entonces inamovible. Inclusive ya conocemos a muchos con esta mentalidad. Multitudes están convencidas que la prosperidad es el único camino a la paz. De tal manera que mucha gente se encuentra en una carrera obsesiva en busca de prosperidad, acumulando deudas, abundancia económica y riqueza a costa de los pobres. Amados, es bajo este contexto cuando la destrucciones hace presente.

¿En qué condición estará el pueblo de Jesús?, ¿Tendrán una fe vibrante?, ¿Estarán ellos buscándolo y anhelando su venida?, o ¿estarán preocupados por las cosas de este mundo? ¿Cuando Cristo venga encontrará a su iglesia controlada por falsos profetas que predican una falsa paz, riqueza, falso éxito y buenos tiempos? El profeta Jeremías describe este tiempo en la historia de Israel como: “Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:13-14).

Permítame usted aclarar lo siguiente: la prosperidad no es inherentemente mala. La Escritura sostiene que Dios ama bendecir a sus hijos. Por tanto no hay nada malo en adquirir una hermosa casa, un bonito auto, una buena vestimenta, o comer en buenos restaurantes. Nosotros somos alentados a proveer para nuestras familias, lo que incluye construir casas, comprar, sembrar o cosechar.

Cuando estas cosas empiezan a consumirnos - absorbiendo nuestro tiempo, pensamientos, energía, actividades, evitando buscar a Dios - nuestros corazones empiezan a endurecerse. Usted observe cómo vivir con comodidades no es suficiente - cuando comprar, vender, hacer dinero preocupan nuestra mente y alma - la tibieza se hace presente. Entonces aquellos quienes se han volcado por buscar seguridad y prosperidad terminan por desechar las advertencias de Dios:

“Así dijo Jehová de los Ejércitos… ¿A quién hablaré y amonestaré, para que oigan? He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar, he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman...Puse también sobre vosotros atalayas que dijesen: Escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos” (Jeremías 6:9-10,17).

A través de la historia bíblica, atalayas caminaron por las calles advirtiendo sobre los juicios venideros, profetizando al pueblo de Dios. Pero continuamente la iglesia mantuvo los oídos cerrados y dio lugar a sus propios placeres, comida, vino, a comprar, vender y construir.

Francamente, estoy asombrado de la dureza que observo en muchos cristianos hoy en día, sobre todo aquellos que una vez estuvieron llenos del fuego de Dios. La misma gente que amaba orar y estar en la casa de Dios. Ellos amaban la corrección de parte de Dios y estaban interesados en la palabra profética que escuchaban. Pero ahora se encuentran ocupados para buscar a Dios y su amor por Jesús se ha ido enfriando día con día.

Esta gente no se mantendrá firme ante una predicación que los confronte. Ellos preferirán escuchar media hora de un sermón una vez a la semana y el cual aumente su autoestima o les ayude a ser exitosos. No cometan este error. Hay multitudes como ellos que se han adormecido.

Dios instruyó a Jeremías para que le advirtiera a su pueblo: “Tú, pues, les dirás estas palabras, pero no te oirán; los llamarás, y no te responderán. Les dirás, por tanto: Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni admitió corrección; pereció la verdad; y de la boca de ellos fue cortada” (Jeremías 7:27-28).

De la misma manera en el Nuevo Testamento, Pablo escribe “Como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy” (Romanos 11:8).

¿Por qué muchos cristianos que en su momento fueron entusiastas hoy se han alejado a la corrección de parte de Dios?, ¿Por qué existe esta ceguera sobre el juicio? y ¿por qué el egoísmo, el enfoque en el dinero, y en el evangelio de la prosperidad ha atrapado a muchas iglesias y creyentes? Una razón es que un creciente número de ministros actualmente se ha apartado de predicar sobre la cruz. El mensaje sobre un Cristo en sufrimiento, desamparado, ensangrentado sin hogar se ha convertido en una ofensa. El llamado al sacrificio- tomar la cruz, de estar abiertos al rechazo por el nombre de Jesús, convertirnos en un sacrificio vivo, el morir a nosotros mismos, el arrepentirnos, el ser humildes, el crucificar la carne - todos estos temas han sido evadidos por predicadores del evangelio de la felicidad y la riqueza. De tal manera que todas las advertencias apostólicas acerca de estar listos a la venida de Cristo - tener nuestras lámparas podadas para prepararnos para conocer al novio, estar despiertos y redimir el tiempo porque la hora está cerca y porque él vendrá por aquellos que lo buscan y aman su presencia - de todo esto no se habla más.

En semanas recientes, uno de los predicadores más famosos perteneciente al movimiento de la prosperidad dijo sobre la santa Palabra de Dios, “La Biblia es solamente un camino hacia la riqueza”. Otro predicador ha prometido “Ven a mi iglesia y te aseguro que llegarás a ser rico.”

El mundo secular ridiculiza este tipo de evangelios. El 22 de octubre, en la edición del “Atlanta Journal - Constitution” se publicó un artículo titulado “El Mesías rico del Evangelio de la Prosperidad”. La idea detrás de este artículo era que los predicadores de la prosperidad hoy sostienen que Jesús era un hombre rico porque él sostenía a sus 12 asociados y pagaba por sus gastos de viaje.

De acuerdo con esta teoría, las vestimentas de Cristo tuvieron que ser costosas para que los soldados romanos se las arrebataran. Y Jesús mismo tuvo que ser rico pues su séquito requería de un administrador (Judas estaba encargado del grupo de finanzas). Aunado a ello, Jesús tuvo que ser rico para poder apoyar a su mamá después de su muerte. Él no pudo ser vagabundo, pues nadie ha escuchado de un carpintero que no haya construido su propia casa. También menciona que actualmente se descubrió un viejo documento que dice que 200 reyes visitaron el pesebre de Jesús. Estos reyes llegaron con regalos de oro para el niño Cristo. Finalmente, el artículo dice, que los predicadores de la prosperidad afirman que Jesús no pudo ser pobre porque las Escrituras sostienen que, “Las palabras del hombre pobre se olvidan rápidamente”. Entonces como las palabras de Jesús son recordadas - y como nadie puede seguir a un hombre que está en quiebra - Él tuvo que ser rico.

¡Todo esto me estremece! Me remonta a Jeremías 6:13 “Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores”.

Cuando los fariseos le preguntaron a Cristo que les diera una señal, él les respondió, “¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡más las señales de los tiempos no podéis! La generación mala y adúltera demanda señal: pero señal no les será dada, sino la señal del profeta Jonás” (Mateo 16:3-4).

En el evangelio de Lucas, Jesús añadió esta palabra: “Porque así como Jonás fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación” (Lucas 11:30)

Jesús - su cruz, su resurrección, su sangre derramada- es la única señal que se necesita. En Él se encuentra la plena satisfacción.

El día de la destrucción vendrá repentinamente. En tan sólo un momento, todas las cosas materiales perderán su valor, convirtiéndose en absolutamente nada. Nos quedaremos solamente con Cristo- no necesitamos nada más. Él es la Palabra viviente que requerimos.

La Biblia no es un libro sobre prosperidad. Es una puerta a la revelación de Cristo, quien es nuestra paz y nuestra seguridad. Él es nuestra riqueza, nuestro bienestar, nuestro oro preciado. William Tyndale sabía todo esto, de ahí que imprimiera la primera Biblia. Tyndale vivió en una situación de pobreza, exilio, amarga ausencia de amistades, hambruna, sed, frío, y terribles sufrimientos. El murió como un mártir.

Este es el evangelio que nosotros predicamos. Y este es el Cristo a quien servimos

 

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